El pájaro llegó al árbol. Meció sus ramas.
Él, revoloteaba entre ellas; volaba alto y regresaba. Saltaba de un lado a otro; el verdor parecía brillar tanto como lo haya hecho jamás. El pájaro continuó allí, saltaba y seguía haciéndolo alegre y divertido. Entonces, de pronto lloró el árbol pues a veces quería volar como el pájaro, quería hacerlo a su lado. Sus hojas llovieron y el pájaro voló en lo alto, muy alto en el horizonte. Ya no lo veo a él, solo al árbol y sus ramas; secas y esperando.
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